LA DUREZA DE LA INNOVACIÓN
“Verba volant, scripta manent” (las palabras vuelan, lo escrito permanece), esta parte del discurso de Cayo Tito al senado, alimenta mi teoría de que hay que cuantificar en forma de proyecto la innovación. No debemos preocuparnos tanto de cuanto se tarda, y si, de cómo la vamos llevar en el tiempo, lo vamos a trabajar con los profesores, con las familias… ahora mismo hay Colegios metidos en verdaderas crisis pues las familias o profesores no entienden o no quieren entender para qué sirve esto de “innovar”: el cambio por el cambio.
Desde esta primera aproximación podemos detectar 3 tipos de Equipos Directivos – ya hemos superado el concepto de dirección única, no? - en todo lo referente a la innovación educativa:
Los primeros, son los equipos directivos que miden y tratan de constatar los resultados de sus inversiones (en tiempo y dinero) en la innovación en el Colegio. Han invertido en formación, nuevas estructuras y nuevos proyectos. Sin estos tres ámbitos, tienen claro que no se produce el cambio.
Les pongo como ejemplo, nuestros Simposios o Congresos fundacionales para formación. ¿De verdad uno puede querer cambiar mandando una persona o dos a un proyecto de cambio profundo? Pues no. Claro que no. Son los brindis al sol de los que hablamos antes.
La innovación tiene como objetivo final para estos equipos, medir cualquier resultado mejor, más potente o diferente. Buscando promover un valor diferencial fuertemente fundamentado en resultados y hacer llegar éstos, a las familias y alumnos.
El segundo tipo de Equipos Directivos son los que se preocupan de “comunicar” innovación y basar su modelo en un fuerte desarrollo de relaciones públicas. Colegios que en su apariencia de proyecto tienen un centro de innovación, un aula de robótica, un equipo de innovación… bla, bla… o el famoso “Director de Proyectos”, puesto que cada vez es más habitual en los centros educativos, pero que no tiene equipo, ni presupuestos, ni libertad real de ejecución… en realidad no tiene ni sentido¡
Es decir, son proyectos educativos vestidos para la fiesta de la innovación, pero que continúan haciendo las cosas como siempre las han hecho, pero lo venden y lo visten con toda la convicción posible.
Un último grupo son los Equipos Directivos con proyectos de innovación que en realidad enmascaran las carencias del Colegio.
Colegios sin proyectos, ciegos, que están dando sus últimos coletazos – cuántos colegios van a cerrar en los próximos años - y que su última bala es una inversión en innovación para ocultar su raquitismo educativo y pedagógico. Nicho ideal para nuevas consultoras que hacen “guantes” con ese modelo.
Para mí supone duro decirle a un Colegio que no podemos trabajar con ellos, pero es de justicia y honesto hacerlo. Para trabajar en este modelo, y alguno tengo en mente, supone que se haga una entrega total de llaves e intenciones. Sin ello, es imposible salvar al moribundo.
Y al final, el mercado educativo es sabio. Y pone a cada uno en su sitio.
Lo bueno de la tecnología, entre otras cosas, es su transparencia, y los clientes, en este caso familias y alumnos, ponen de manifiesto intenciones, impresiones y vivencias que ponen sobre el tapete las verdaderas necesidades de la educación y su adecuación a los nuevos tiempos.
El gran error que podemos cometer, y que estamos cometiendo, es no asumir que hay que mantenerse activo, y que esta actitud, es lo importante en el cambio y la implementación de una cultura innovadora. Nadie habla de que esto sea fácil y rápido.
Cambiar el corazón de un Colegio no es flor de un día. Ni el de nuestros equipos de trabajo tampoco.
Queridos directivos: ánimo con la tarea. Generemos colegios ágiles, abiertos al cambio, dejemos de mirar de lado, y centrémonos en lo que la sociedad nos está reclamando. Reclamos que no vienen en un mar en calma.
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